Muerte al emperador by Simon Scarrow

Muerte al emperador by Simon Scarrow

autor:Simon Scarrow [Scarrow, Simon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-23T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECIOCHO

Macro pasó el amanecer siguiente preocupado por la reanudación de la audiencia con la reina Boudica. Había advertido a Deciano de que eligiera con más cuidado sus palabas cuando volviese a hablar con ella. El procurador había enviado a un esclavo para que le llevase una jarra de vino de su equipaje, y se había dedicado a beber para superar su frustración al no haber podido poner a la reina icena en su lugar. La actitud de ella lo molestaba, porque era una bárbara y además una mujer. Estaba furioso también con Macro por sus duras palabras y su trato despectivo.

—¿Realmente crees que puedes dirigirte a mí de esa manera y salir indemne? —le preguntó después de su quinta copa de vino, con la voz ya gangosa.

La lluvia golpeaba el cuero de la tienda, y una fría brisa hacía que los laterales se agitasen con suavidad. En otro tiempo, Macro habría aceptado el vino que Deciano le había ofrecido, aunque despreciaba a aquel hombre. Pero aquella noche, no. Comprendía lo delicado de la situación. También estaba furioso consigo mismo por el comentario sobre la escasez de soldados de Suetonio. Había visto la expresión ansiosa en los ojos de Boudica después de cometer aquel desliz, y esperaba que aquello no añadiese más combustible a un fuego que ya ardía en rescoldo.

—Tú me has obligado —respondió—. Si te hubiera dejado continuar provocándola, habrías puesto nuestras vidas en peligro.

—¿Provocarla? No la estaba provocando. Simplemente estaba poniendo en su sitio a esa perra arrogante. Ella se hace llamar reina, pero no es como ninguna de las reinas que yo he visto en Roma. —Deciano bebió otro sorbo de vino—. ¿Reina de qué? De un cuchitril espantoso en medio de un puñado de chozas de barro incivilizadas que haría que el vico más pequeño pareciese, en comparación, una ciudad. ¿Cómo se atreve a tratarme con semejante desdén? Soy el representante de Nerón y solo respondo ante Suetonio en esta ignorante provincia. Sentiré un gran placer en humillarla.

—Pienses tú lo que pienses, es la reina de los icenos y gobierna la tierra en la que estamos acampados ahora mismo a su placer. Recuerda eso.

Deciano buscó la jarra para llenarse de nuevo la copa. La mano de Macro se cerró en torno al asa y puso la jarra en el suelo entre sus pies.

—Escúchame. Tú acabas de llegar a la provincia. Has pasado la mayor parte del tiempo en el palacio del gobernador, en Londinium, y no tienes ni idea de cómo son las tribus de esta isla. Apenas conoces sus costumbres y tradiciones. Estas eran sus tierras antes de ser nuestras, y he visto con cuánta valentía y tenacidad han peleado para que no se las quitásemos. Puedo asegurarte, como alguien que ha luchado por Roma durante más de veinticinco años, desde el Rhenus hasta Egipto y desde Siria a Britania, que nunca me he encontrado con un enemigo más peligroso que los guerreros de esta isla.

—¿De verdad? ¿Esos brutos sin civilizar? No son más peligrosos que una jauría de salvajes.



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